La primavera es el amanecer del ciclo vital: la tierra despierta, las hojas se expanden como pulmones frescos y verdes, y todo el cuerpo entra en efervescencia.

La naturaleza nos invita a renovarnos, a florecer sin cálculo, guiados por el puro entusiasmo creativo.
En la medicina china, esta estación se vincula al hígado, el gran filtro del organismo, que necesita liberar lo acumulado para dejar pasar la luz. Cuando cuidamos este órgano—el sol de nuestro sistema interno—, permitimos que la energía fluya hacia todos los rincones del cuerpo, iluminando piel, sentidos y emociones.

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Desde lo arquetípico podemos pensar en la Emperatriz, radiante y fértil, absorbiendo la fuerza de la tierra y devolviéndola en forma de deseo, creatividad y vida en movimiento. Así nos conectamos con el pulso erótico de la estación, con la serpiente blanca de la libido universal que asciende desde lo profundo.